El Somontano de Barbastro guarda en el cultivo del olivar otra de sus tareas agrícolas milenarias. Este olivar, que ha visto cómo mermaba su importancia y cómo se abandonaba en muchos casos, vive un resurgir de la mano de jóvenes empresarios vinculados al territorio y que han encontrado en las variedades autóctonas su fuerza y su nota diferenciadora.
Entre las empresas que, en la actualidad, ayudan a que no perezca este cultivo ancestral se encuentra Aceites Ferrer en Bierge que con el apoyo del Programa Leader inició en 1997 un proceso de modernización y adaptación a los tiempos.
Conjugan un aceite de calidad con el turismo de la Sierra de Guara de la mano de los hermanos Sergio y Toño Ferrer. «Aceites Ferrer nació en 1959 cuando nuestro abuelo dejó la cooperativa local y se instaló por su cuenta. A mi abuelo le siguió nuestro padre y ahora, nosotros como la tercera generación».
Aceites Ferrer ha recibido desde 1997 varias subvenciones públicas vinculadas Programa Leader de la mano del Centro de Desarrollo del Somontano. Estas inversiones, al hilo del proceso de actualización del negocio, se han destinado en su mayoría a la adquisición de maquinaria y al acondicionamiento de una sala para catas de aceite. «Estas subvenciones te ayudan a decidirte. Facilita la inversión. Todo vale muchísimo dinero y con este apoyo se apuesta por la vida en los pueblos. Hay que tener en cuenta que nosotros transformamos la oliva de unos 150 agricultores de esta zona de Guara que poseen pequeñas explotaciones de secano, todo el trabajo es manual, damos salida a un olivar de variedades rústicas, ancestrales y colaboramos en la oferta del turismo. Redunda en beneficio de todos. Nadie vendría a Guara de propio a ver una fábrica de aceite, pero a esto se suma las bodegas, Alquézar, la ornitología, el paisaje, los deportes en la naturaleza… Vienen para tres o cuatro días y la verdad no les da tiempo a todo».
Desde Bierge apuestan por un aceite de gran calidad basado en las variedades autóctonas (alquezrana, negral, verdeña) que distinguen su aceite de otros del mercado. «Sin calidad no se vende, no se puede engañar a nadie y como nuestra producción es pequeña hay que optar por la especialización». La transformación de esta empresa supuso un cambio en la manera de recoger la oliva y de transformarla. E implicó educar al agricultor: llevar a diario la oliva al molino, no recoger las del suelo, ni las picadas, no esperar a diciembre para la cosecha… «perdimos algunos viejos clientes acostumbrados al sabor más plano y dulce de los aceites antiguos, porque este nuevo aceite ofrecía otras características organolépticas, pero había que ir con los tiempos». La comercialización de sus productos se realiza en la tienda física de Bierge, en tiendas gourmet de la zona y vía online. «Internet nos funciona muy bien sobre todo con el visitante francés». De la mano del turismo, y en esta fase de modernización, los hermanos Toño y Sergio Ferrer decidieron que mostrar su empresa al público y ofrecer catas sería un complemento interesante para su negocio. Ellos trabajan con agencias francesas y con la Ruta del Vino del Somontano, una vez que se ha probado el producto resulta más fácil que compren su aceite. «Nadie compra aceite a ciegas, pero cuando lo prueban, el turista francés sí utiliza la vía online. En Francia el aceite es muy apreciado y si en España nos parece caro al ser un producto que usamos cada día en Francia se está dispuesto a pagar esa calidad, lo valoran más». Las visitas dan buen resultado, «nadie va a vender el producto como tú en tu propia casa». La época de catas de aceite se concentra en primavera y otoño.
Sergio señala que en España el aceite, tan popular, es todavía un producto desconocido «el público no se sabe diferenciar las calidades».
Aceites Ferrer sigue apostando por la vida en el medio rural «cuando yo era un niño todos los mayores decían y pensaban `vete de aquí que no hay futuro en el pueblo´ esa mentalidad ha cambiado mis hijos ya no escuchan que haya que irse del pueblo».
