En Reportajes

«El freno a la despoblación pasa por hacer atractiva la vida en el mundo rural a las mujeres». La frase, bien podría aplicarse a cualquier persona que analice la realidad del mundo rural, masculinizado en muchas de sus estructuras y donde la mujer se abre paso poco a poco.

Los vínculos familiares y afectivos dan una respuesta clara de porqué un numeroso grupo de mujeres de los pueblos de Aragón se incorporan a las explotaciones agrícolas y ganaderas. Sus familias, sus maridos, sus parejas trabajan en el campo; ellos han sido hasta el momento los titulares de la explotación. La gran mayoría de ellas son conocedoras de esta actividad que, además, debe gustarte.

Sin la satisfacción, sin el placer que uno encuentra cada jornada en el desempeño de sus tareas profesionales, resulta impensable que nadie se incorpore a este mundo, ya que la exigencia resulta a todas luces muy alta y la rentabilidad, en la mayoría de los casos, no acompaña al esfuerzo y la dedicación invertidos.

Muchas de estas mujeres han cursado estudios, incluso superiores, como es el caso de Mª Dolores Torrente, de Monzón (Huesca), quien tras acabar la carrera de Filología Hispánica se topó con un  mercado laboral en un momento muy duro debido a la crisis económica y comenzó a ir más al campo “y aquí sigo tras siete años”. Aunque su dedicación no llegó de repente “siempre he estado vinculada a la agricultura, es como si llevase toda la vida”. Su idea de futuro pasar por permanecer en la explotación agrícola y ganadera a pesar de que “los costes son muy ajustados y la mayoría tienen que buscar un trabajo adicional al mundo de la agricultura para poder subsistir”. En La Ribagorza oscense, Sara Feixa, formada como ingeniera agrónoma se ha incorporado con titularidad compartida. Ella se dedica a la ganadería extensiva de ovino “y sin las ayudas públicas, ni una explotación de la que partir, resulta imposible comenzar desde cero en el sector primario”.

En la provincia de Teruel, hablamos con dos ganaderas de ovino extensivo. En Valderrobres (Matarraña), Eugenia Pons cambió su trabajo de asalariada por la ganadería, ampliando la explotación de su marido, ganadero de profesión. Un cambio “que a pesar de la dedicación, me permite compatibilizar mejor los horarios con mi familia”. Y en Torrijas (Gúdar Javalambre) un pueblecito de 30 habitantes, Vanesa Colomar afirma que ser pastora “no es un trabajo sino una forma de vida con mucho de romanticismo“.

Los datos.

El 24,5% de los jóvenes que se incorporaron como agricultores hasta 2018, son mujeres. Aunque de forma evidente los mayores porcentajes se dan en aquellas comarcas donde más incorporaciones se producen, hay cifras en la estadística que llaman poderosamente la atención. Por ejemplo en pequeñas comarcas donde las incorporaciones son menores, el porcentaje se incrementa de forma considerable: Alto Gállego (50%), Tarazona y Moncayo (66,7%). En 15 comarcas aragonesas, la incorporación de mujeres está por encima del 25%. Y únicamente en dos de ellas, Andorra Sierra de Arcos y Matarraña, no se ha incorporado ninguna mujer a la agricultura como titular de explotaciones en el período estudiado.

 

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