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Una plantilla de casi 100 trabajadores en una población como Gallur–por debajo de los 2.000– lleva a creer que una iniciativa como la de Bopepor es capaz de frenar la despoblación de los pequeños municipios aragoneses. La visión de Javier Borao y el empuje de sus socios, profesionales y trabajadores, ha hecho posible este pequeño milagro no exento de trabas burocráticas. Después de más de 20 años de trayectoria, los nuevos proyectos y la inversión realizada van a permitir la creación de otros 100 puestos de trabajo, aproximadamente. Ana y Fermín comparten con Javier la visión de presente y futuro del proyecto.

«Empezamos 3 personas, comprando los cochinillos y sacrificándolos en mataderos comarcales de Alfaro, Tudela o Tarazona. En 2002, iniciamos la construcción de las nuevas instalaciones en Gallur, con una sala de despiece y la ayuda de fondos FEADER».

Pero emprender y crecer tan rápidamente hace que las infraestructuras industriales de algunos de nuestros pueblos, no sean capaces de soportar empresas que requieren de recursos como el agua o la recurrente conexión digital. El mundo se hace cercano a base de tecnología, visión y recursos. «Aquí no llega la fibra óptica, hemos tenido que poner recursos propios para poder trabajar con el mundo. El agua es otra de las dificultades, el polígono no tiene suministro directo de agua y cualquier avería domestica nos afecta. Tenemos un polígono industrial pero no tiene los servicios mínimos para una industria como la nuestra. En el mundo rural los recursos no siempre van a la misma velocidad de las necesidades».

A pesar de ello, emprender en el mundo rural supone fortaleza frente a la adversidad, Bopepor exporta a 52 países en todo el mundo. «La industria agroalimentaria no es voy a allí y vendo. Es necesario aprobar unas auditorias y hacer trámites tanto nacionales  como internacionales. En algunos casos, conseguir los permisos para abrir un mercado, puede llevar un año. En la actualidad, exportamos un 44% de la producción. El país más exótico son las Islas Seychelles. La carne de cochinillo no se puede vender en todos los países por temas culturales y religiosos. Pero a veces hay grupos de extranjeros en esos lugares que demandan nuestro producto. Angola tiene una colonia portuguesa y es un ejemplo de esa afirmación. Asía, China y Japón son en este momento mercados importantes».

Para Bopepor, las ayudas del Programa de Desarrollo Rural del Gobierno de Aragón han supuesto la oportunidad de poder llevar a cabo las inversiones estratégicas. «Cuando se creó esta empresa, el 90% era venta de cochinillo entero. Luego se vio la posibilidad del despiece, que genera mayor valor añadido. Eso requirió una inversión en maquinaria y en creación de puestos de trabajo. Hemos presentado un proyecto al FEADER y, al ayudarnos, podemos amortizarla más rápido y ser más competitivos».

La nueva normativa para el acceso a las ayudas, no resta optimismo al equipo directivo. «Con la nueva normativa que viene de Europa, hay muchos proyectos que se quedan fuera, al no darse el condicionante de generar puestos de trabajo. Es tan importante mantener los puestos de trabajo como crearlos y muchas veces las inversiones van destinadas a mejoras de calidad a través de los procesos de producción ya instalados».

A pesar de ello, el siguiente proyecto ya está en marcha …»construcción de un matadero de cerdos y remodelación de la línea de cochinillos que tenemos ahora. Inversión 15 millones de euros. Creación de otros 100 puesto de trabajo, para lo que tenemos un FEADER aprobado de 10 millones».

 

Más información: Bobepor.es

 

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