Marco Lorenzo, Jefe de Servicio de Gestión de los Incendios Forestales y Coordinación, trabaja para paliar y minimizar los incendios forestales, que ocurren cada vez con más frecuencia en nuestro territorio. Explica que el escenario ha cambiado, por lo que la clave ya no se encuentra en la cantidad de medios destinados a la extinción de los grandes incendios forestales, sino en la cadena de mando, la planificación y la prevención global.
¿Cuál es el principal reto en el área de incendios forestales?
Debemos procurar que la gestión de las emergencias por incendios forestales se realice en las mejores condiciones de seguridad posibles, para nuestros combatientes que se juegan la vida en cada actuación y para la ciudadanía en general. Trabajar en extinción de incendios conlleva de forma irremediable asumir riesgos, no obstante, debemos ser capaces de hacerlo con la mejor de las seguridades posibles.
Otro gran reto es adaptarnos a la nueva tipología de incendios a los que el cambio climático y la acumulación de combustible en nuestros montes nos van a llevar y del que ya hemos comenzado a ver sus consecuencias (el incendio de Luna 2015 nos deparó casi 15.000 hectáreas en una jornada, con un fuego de altísima intensidad fuera de capacidad de extinción para nuestros recursos en gran parte del perímetro), continuando con la solvencia de más del 90 % de los incendios que gestionamos cada año, de los que el 80% dejamos en conatos.
¿Los incendios cambian?
Sí, están cambiando. Hay, y va a haber, mucha más afección a la población. El monte ha acumulado mucha biomasa a lo largo de los últimos 50 años como consecuencia de su abandono. Ha habido un éxodo rural tremendo y está mucho más cargado de combustible. Además, el monte está ocupando zonas agrícolas que antes no estaban, el terreno forestal está en expansión y, en este escenario, se ha acercado a poblaciones rurales.
La comunidad técnica habla ahora de incendios de sexta generación, de mega incendios, es decir, incendios con mucha virulencia y además simultáneos. La cuenca mediterránea tiene un clima similar al californiano, australiano, chileno.., que aparentemente quedan muy lejos, pero no estamos tan lejos de vivir situaciones similares . Con toda probabilidad veremos en el territorio nacional, y en un plazo no superior a 10 años, incendios muy complicados que seguramente van a causar importantes y severos daños sobre alguna población y van a arrasar grandes superficies forestales.
¿Qué se puede hacer de forma individual?
Primero hay que educar a la población en el sentido de que es una realidad contra la que es casi imposible luchar. Tenemos incendios que enseguida se “desmadran” quedando fuera de la capacidad de extinción. Para explicar esto, si concentrásemos todo el operativo nacional en un incendio de estos grandes, no nos podríamos hacer con él; por lo tanto, por mucho que haya muchos medios, no se van a poder controlar. Ello no significa que haya incendios en los que no podamos hacer nada. Al contrario, no hay incendio en el que no podamos trabajar. Es cuestión de escala y de búsqueda de oportunidades.
Como conclusión, lo que hay que mejorar es la cadena de mando y la especialización de quién trabaja en estos incendios. A esto se le debe unir un operativo formado, entrenado y preparado.
Por otro lado, hay que educar a la población tanto en temas de autoprotección como en medidas de evacuación. Y, sobre todo, trabajar en la línea de la planificación. Estamos elaborando Planes de defensa contra incendios forestales, durante los últimos 4 años, que son una puerta a trabajar mejor, a conocer mejor el territorio, a planificar mejor las inversiones que se hagan y a crear lugares seguros que faciliten la extinción de los incendios por parte del operativo.
¿Somos conscientes de lo que se lleva un incendio por delante? ¿Existe una conciencia rural y una urbana?
Tiene que haber una conciencia de que en verano hay días muy malos, en los que hay que modular la actividad y ser consciente de lo que se está haciendo en el medio rural. Hay cuestiones que están muy ligadas a la agricultura y estamos en un departamento que aglutina agricultura y medio ambiente. Por lo tanto, hay actividades en el medio rural que son potencialmente peligrosas, normalmente relacionadas con la cosecha, que aunque es cuando es, hay que ser consciente de que hay diez/quince días en la campaña de verano que son extremadamente peligrosos.
Los grandes incendios forestales que hemos tenido en Aragón en los últimos años, han sido originados casi todos por la actividad del hombre, siendo la mayoría de ellos accidentes y negligencias que se podrían haber evitado.
¿Se realiza alguna comunicación oficial para evitar estos incendios?
Ahora en invierno emitimos un boletín del índice del uso del fuego y, en verano, emitimos un boletín diario sobre la peligrosidad que tiene ese día, entonces en invierno no se puede quemar y en los días de rojo en verano hay que extremar las precauciones.
Antes has mencionado la importancia de la planificación, ¿cuántos planes hay previstos?
Tenemos 7 terminados y otros 7 que finalizaremos este año. Con esto llevaremos, más o menos, la mitad de los necesarios para Aragón. Estamos siendo referencia a nivel nacional, participando activamente en el grupo de trabajo de planificación y gestión de incendios con el Ministerio. Además, recientemente hemos ido a dos comunidades autónomas a explicar la metodología con la que trabajamos, porque es propia del Gobierno de Aragón.