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Comprar ‘bio’ y ‘eco’ son dos términos que han calado en la sociedad como una tendencia más, una decisión de comprar productos de proximidad, favoreciendo la producción y el comercio local, aunque también los encontramos en grandes superficies y como base de los deliciosos platos que podemos degustar en restaurantes de nuestros territorios. 

Según el Gobierno de Aragón, la Agricultura Ecológica define una actividad muy concreta: la obtención de alimentos de la máxima calidad, respetando el medio ambiente y evitando el uso de productos químicos de síntesis.

Por lo tanto, una producción ecológica se traduce en una producción más sostenible y natural. Aquellos productos que están compuestos por varias materias primas, como, por ejemplo, las galletas, deben seguir las pautas del reglamento europeo y contener, como mínimo, un 95% de ingredientes agrarios ecológicos. Por ello, todos los productos que cumplan con la normativa europea presentarán en su etiquetado una pegatina con el logotipo de producción ecológica de la Unión Europea:

Sello europeo garantía ecológica

Según los datos recogidos en 2018 por el Comité Aragonés de Agricultura Ecológica (CAAE), el territorio aragonés compone el “5,55% de la superficie ecológica nacional, caracterizándose por una estructura de producción con una alta concentración de las tierras en cultivos como el cereal, leguminosas, pastos, praderas y forrajes”. 

La agricultura ecológica avanza con la mirada puesta en el pasado, ya que recupera numerosas técnicas de trabajo que utilizaron generaciones pasadas para trabajar la tierra. Entre ellas, la CAAE apunta que para favorecer “la fertilización del suelo se utilicen abonos y residuos orgánicos no contaminados”. También hace especial hincapié en las plagas pues suponen un riesgo potencial para los cultivos, al no poder ser evitadas por medio de productos químicos. En este caso, aconseja “mantener un equilibrio de nutrientes en el suelo, trabajar con una sucesión de cultivos adecuada y establecer, en las proximidades de las parcelas, enemigos naturales para equilibrar el ecosistema”. 

Estas y todas las acciones destinadas a producir sin el uso de químicos perjudiciales para el medio ambiente y nuestro cuerpo consiguen que los alimentos tengan “un equilibrio más adecuado de potasio, calcio, magnesio, hierro y aminoácidos, además de presentar un aspecto, textura y sabor más naturales”. Un dato importante, ya que nos hemos acostumbrado a comprar aquellas frutas, verduras, productos cárnicos, etc., que mejor aspecto tienen en el supermercado pero que, sin ánimo de hacer spoiler, no componen el aspecto real de nuestros productos agroalimentarios. 

En la comarca de Campo de Belchite se encuentra María José Quílez, propietaria de una explotación agrícola. Junto con su marido, gestionan más de 80 hectáreas en las que trabajan con cereal, almendros y viñas:

“Aquí los abuelos somos de secano y siempre nos han dicho que hay que tener un poco de todo. Por eso, nosotros trabajamos el cereal que da menos trabajo y nos permite tener una explotación con más hectáreas, los almendros nos proporcionan otra cosecha y el viñedo es el que lleva más trabajo. Decidimos diversificar porque así tienes tres cosechas para ir recogiendo de un sitio y de otro, y esto ayuda a la economía familiar.”

Precisamente por esta condición del terreno, de secano, Campo de Belchite destaca por encima del resto de las comarcas en cuanto a hectáreas de agricultura ecológica ya que estas tierras “rara vez producen malas hierbas, entonces los cultivos no necesitan los tratamientos para matarlas si las trabajas bien”, explica María.

La agricultura ecológica implica realizar un seguimiento desde el terreno hasta los productos que utilizas. Es importante poner atención a las normas, porque hay productos que están totalmente prohibidos y que en la agricultura convencional sí se pueden utilizar. 

María dio el cambio de trabajar la explotación por medio de una agricultura convencional a ecológica entre el año 2000 y 2001. Su explotación cuenta con 80 hectáreas de cereal, 5 de viñedo y más de 2 y medio de almendro. Al principio, solo se atrevieron a transformar la producción del cereal, pero poco a poco fueron integrando el almendro y el viñedo gracias a su convicción:

“Lo tenía clarísimo porque estamos convencidos de que a la tierra no hay que echarle ninguna cosa que no sea natural. Además queríamos hacer algo distinto y decidimos trabajar en una agricultura más saludable”. 

Saltando de comarca y de provincia, María Reyes es ganadera en un pueblo cerca de Boltaña (Huesca). Es propietaria de una explotación de cría de vacuno ecológica, que cuenta con 45 cabezas reproductoras en la que su labor comprende el cuidado continuo de las madres y de los terneros hasta el traslado de éstos a un cebadero o matadero. 

En el caso de la ganadería ecológica, explica Reyes, se debe “vigilar la alimentación de los animales, puesto que debe ser también ecológica, y el espacio por donde se mueven”. En este último aspecto, señala que vivir en el medio rural es una ventaja:

“Me ayuda porque para mover a los animales tienes los pastos más cerca y el ambiente es mucho más sano, ya que pueden estar al aire libre pastando a su libre albedrío en lugar de estar dentro de la granja”. 

Pero al no estar en un entorno totalmente controlado “hay que cambiar la mentalidad para intentar llevar un buen manejo de los animales y que no les afecte ninguna enfermedad, porque los antibióticos están totalmente prohibidos y se deben suministrar solo aquellos medicamentos que está permitido prescribir y solo cuando sean necesarios”. Por ello, Reyes insiste mucho en la prevención, ya que evitar las enfermedades es la forma más ecológica de cuidar a los animales. 

Para esta ganadera el cambio a lo ecológico no fue difícil, ya que cuando puso en marcha su explotación, hace cinco años, decidió entrar directamente en esta forma de producción: 

“Teníamos que apostar por una alimentación sana y de calidad y por eso decidimos lanzarnos a la aventura ecológica. Por otro lado, en casa siempre hemos tenido tradición ganadera familiar y queríamos hacer algo diferente para quedarnos en el mundo rural, como lo hicieron nuestros antepasados.”

La agricultura y ganadería ecológicas van ganando terreno en Aragón, postulándose como una forma de producir y consumir de cercanía, sostenible y sana para nuestro organismo, que también favorece la vertebración de nuestro territorio. Para garantizar la característica ‘eco’, las explotaciones deben cumplir con el reglamento europeo y superar los controles de calidad y seguimiento; y nosotros, como consumidores, debemos asegurarnos de comprar bajo el sello europeo ecológico. 

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